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martes, 7 de julio de 2009

Conociendo a Jesús

 En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:
—Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Jesús replicó:
—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?
Como respuesta el hombre citó:
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
—Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.
Pero él quería justificarse, así que preguntó a Jesús:
—¿Y quién es mi prójimo?
Jesús respondió:
Bajaba un hombre de Lagos a Nador, y cayó en manos de unos ladrones y de las mafias. Embarcó en una patera con otras personas para llegar a Motril y a mitad del camino la barca se hundió y quedaron medio muertos a la deriva. Como sabía nadar un poco intentó mantenerse a flote y ayudar a sus compañeros. Agotado perdió el conocimiento y se despertó tumbado en una playa española. Resulta que paseaba por la playa un sacerdote quien, al verlo y comprobar que no profesaba su misma religión, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un agente especialista en refugio, y al verlo, le hizo unas cuantas preguntas:
—¿De dónde eres?
El joven respondió:
—De Nigeria.
—Vaya, un inmigrante irregular. Me pinta mal.
—Necesito ayuda. Mi familia sufre mucha necesidad, mi madre está muy enferma y precisa una operación, y no tenemos medios para que mis hermanos puedan ir a la escuela. Además hay muchos problemas de violencia en la zona y deseo que mis hermanos puedan salir de allí.
—Lo siento mucho, pero ahora si no eres sirio o de Afganistán, no vas a recibir protección internacional, ni el estatuto de refugiado.
—Pero si usted conociera todo lo que he pasado para llegar aquí, si viera como vive mi familia,…
—Ya lo siento.
Al final después de disculparse, se desvió y siguió de largo.
También pasaron por aquel lugar un grupo de empresarios, y viendo que estaba malherido y que no podían sacar de él ningún provecho, se desviaron y siguieron su paseo. Era una playa muy concurrida. Por allí se aproximó también una mujer que estaba de vacaciones tomando el sol y se acercaba al mar a refrescarse, y viendo que era un hombre negro y vestía con harapos, temió por su vida y pensó para justificarse que había que ayudar primero a sus compatriotas españoles –aunque luego no moviera ni un dedo-, se desvió y paso de largo. Pero una joven que estaba buscando estrellas de mar y conchas con sus hijos en unas rocas cercanas, llegó a donde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le cubrió con su toalla pues estaba temblando de frío y curó sus heridas. Mientras tanto, mandó a uno de sus hijos a buscar a su esposo, lo llevaron a su casa y lo cuidaron hasta que recuperó fuerzas. Al día siguiente, pidieron ayuda a las autoridades y a un centro de apoyo a migrantes. Por favor, “Cuidad de él —les dijo—, y lo que necesite, estamos dispuestos a echar una mano en lo que sea.” ¿Cuál de estos cinco piensas que demostró ser el prójimo de este hombre?
La joven con su familia que se compadecieron de él —contestó el experto en la ley.

Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.